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BORJA VILLACÍS Y EL FRAY LUIS DE LEÓN

Borja Villacís y Sergio Rodríguez Moreno, el "Chopi", dos conocidos neonazis que acaban de fallecer en circunstancias bastante turbias, estudiaron en el Fray Luis de León, un colegio de padres reparadores situado en el centro de Madrid. Yo también fui alumno de ese centro entre 1969 y 1981. Conservo muy malos recuerdos de esa época. En los años setenta, los profesores aún pegaban violentamente a los alumnos por cualquier motivo. Los curas solían ser más agresivos. Aún recuerdo al padre Julián, que sellaba con celo los labios de los niños más charlatanes y, después, los ponía de puntillas, tirando de sus patillas. Cuando los soltaba, descargaba un bofetón que hacía tambalear al infortunado. No he olvidado al padre Zayas, que me expulsó del aula y me pegó dos bofetadas por hablarle de la matanza de San Bartolomé, una masacre de hugonotes perpetrada por católicos franceses con el apoyo del papa. El padre Daza, con el pelo cortado al estilo marine, era aún peor. Su método pedagógico consistía en pegar capones con la anilla de un llavero cada vez que cometíamos un error en sus clases de inglés. Quizás era preferible a lo que sucedía en la enfermería, donde el padre Basilio manoseaba a los niños con cualquier pretexto. Desgraciadamente, los profesores laicos no eran más humanos. La señorita Blanca ponía a los niños de rodillas sobre tizas o monedas y les obligaba a dar saltitos, disfrutando con sus muecas de dolor. Don Antonio pasaba una goma de borrar tinta por detrás de la oreja y solía pasearse por el aula con una pequeña fusta en la mano.

A finales de los 70, el fray Luis de León estaba lleno de alumnos de ideología ultraderechista. Uno de esos angelitos tiroteó el escaparate de la librería Rafael Alberti y a otro se le aplicó la ley antiterrorista por pertenecer al Frente de la Juventud, una escisión de Fuerza Joven que perpetró varios asesinatos. Yo vivía en el barrio de Argüelles y todos los 20-N se celebraban verdaderos aquelarres, con familias enteras saliendo a la calle para acudir a la Plaza de Oriente, dando vítores a Franco y ondeando banderas de Falange o Fuerza Nueva.

Conocí a Marisol, la madre de Borja Villacís. Los dos paseábamos a nuestros perros por el Parque del Oeste. Probablemente, no me recordará, pero yo sí la recuerdo a ella, bajando al parque con ropa de montar a caballo. Por entonces, ya se hablaba de sus hijos, pues, además de Borja, su hermano Nacho también era conocido por admirar a Hitler y ejercer el matonismo. Sus nombres inspiraban miedo, incluso en personas conservadoras que votaban a Alianza Popular. El Mundo ha intentado blanquear la imagen de Borja, condenado por agredir a inmigrantes, incluida una mujer, y varios jóvenes de izquierdas. El periódico sensacionalista ha alegado que fueron cosas de juventud, pero lo cierto es que Borja se hallaba encausado por la Audiencia Nacional por narcotráfico y blanqueo de capitales. Imagino que detrás de esta vergonzosa maniobra de blanquear a una persona nada ejemplar se encuentra Jorge Bustos, fiel lacayo de Díaz Ayuso y Florentino Pérez.

No creo que sea una casualidad que el Fray Luis de León fuera una cantera de ultraderechistas. Las familias del barrio anhelaban el franquismo y muchos curas exaltaban la dictadura. En España, no existe una derecha democrática. Solo hay mugre franquista. Cualquier muerte violenta es una desgracia, un fracaso de la sociedad, pero perder la vida no hace mejor a nadie. Borja Villacís fue uno de esos rostros del fascismo que se propaga por el mundo y que debemos frenar en las urnas el 9-J. El fascismo esgrime armas; los demócratas, votos. Votos contra el odio, la violencia y la discriminación. Lamento el sufrimiento de la familia Villacís, pero reservo mi solidaridad y mi simpatía para las víctimas de Borja.

Rafael Narbona

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